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«Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol». Nelson Mandela

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Visión

El mundo en el que vivimos es un reflejo de las personas que somos. Si aceptamos esta visión, podremos pensar que probablemente los grandes desafíos de nuestro tiempo como el cambio climático y la pobreza son simplemente síntomas de nuestros problemas más profundos que las emisiones desmedidas de gases de efectos invernadero y las desigualdades sociales. La causa última somos las personas, nuestra mirada del mundo nuestros valores y creencias y en último término nuestra insatisfacción.
Desarrollando una cultura del bienestar, felicidad y calidad de vida podremos estar mejor (vivir mejor con mayúsculas que nada tiene que ver ni con tener ni consumir más o acumular más bienes materiales) y con ello hacer frente a los grandes desafíos de nuestro tiempo de forma renovada. De esta forma nos alineamos o la máxima atribuida a Einstein de que no podremos resolver los problemas con el mismo nivel de consciencia con el que fueron creados.
Nuestros niveles de bienestar y felicidad dependen tanto de nosotros mismos, particularmente de nuestra capacidad intencional como del contexto social. En el Informe Mundial de la Felicidad de 2018, se estudió en profundidad el papel del contexto social en la felicidad de las personas. Para ello, se exploró cómo las migraciones afectaban a la felicidad concluyendo que las circunstancias de vida de cada país, incluyendo el contexto social y las instituciones políticas, eran fuentes tan importantes de felicidad que la clasificación internacional de la felicidad de los migrantes era casi idéntica a la de los nativos.
Potenciar el bienestar y la felicidad es bueno para las personas, para la sociedad y para el planeta y se pueden plantear acciones con una inversión muy limitada y con resultados e impactos muy favorecedores.
En pocas palabras, tenemos un potencial enorme para vivir mejor a nivel individual y en las comunidades y territorios en los que habitamos. Podemos desplegar este potencial a través de políticas y programas que ya han demostrado resultados e impactos beneficiosos y que suponen una inversión económica limitada y rentable. Además, de esta manera podríamos dar una respuesta sólida a los retos sociales y ambientales a los que nos enfrentamos. ¿Qué nos para?

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