Estas líneas resumen los principales hitos del conocido como el “Movimiento Internacional de la Felicidad” y se centran en lo que se ha hecho desde la esfera pública, sin profundizar, en esta ocasión, en las propuestas a nivel individual y los esfuerzos del sector privado. Las políticas y programas de bienestar y felicidad se centran en el desarrollo en positivo, es decir, en la promoción de la salud y de la plenitud y no solo en la resolución de problemas.
En las últimas décadas el conocimiento científico ha avanzado determinantemente en la comprensión de qué depende la felicidad y en qué aspectos mejora nuestras vidas. Las personas más felices gozan de mayor satisfacción con la vida, mejor salud, desarrollan comportamientos más sostenibles, se preocupan más del procomún, disfrutan de mejores relaciones sociales, son más resilientes, enérgicas, creativas y participan más en elecciones políticas.
El movimiento internacional de la felicidad comenzó en Bután con la puesta en marcha del conocido “Índice de Felicidad Bruta”, medida alternativa al Producto Interior Bruto (PIB). Este índice mide el bienestar de la población a través de 34 indicadores agrupados en 9 dimensiones: bienestar psicológico, salud, uso del tiempo, educación, diversidad y resistencia cultural, buen gobierno, diversidad y resistencia ecológica, niveles de vida y vitalidad de la comunidad. Esta métrica se utiliza, además de para conocer los niveles de bienestar de la población, para desarrollar políticas y programas que puedan mejorarlo.
Años después, en 2008 se publicó el conocido como Informe de la Comisión Stiglitz que había sido encargado por Sarkozy, por el entonces presidente de Francia, con el fin de conocer la posibilidad e idoneidad de medidas de progreso social alternativas al PIB. En dicho informe se reflexiona sobre distintos aspectos relacionados con las métricas como las diferencias entre los resultados sobre medidas estadísticas y los resultados de dichas percepciones o las diferencias que hay entre los gastos en una determinada materia (como en sanidad) y los resultados de dichos gastos (como el estado de la salud). Entre las recomendaciones que se recogen en el informe se invita a mejorar las medidas estadísticas de los componentes de la calidad de vida (como salud, educación, actividades personales, etc.) y en utilizar las percepciones de las personas en la definición de las políticas en los distintos ámbitos.
El Índice de Vidas Mejores de la OCDE nació en 2011 para materializar las recomendaciones del informe de la Comisión Stiglitz. Dicho índice facilita información sobre el bienestar de los países de forma agregada (en una única medida que permite la realización de rankings) y desagregada, en base a las 11 dimensiones que considera, muy alineadas con las desarrolladas por Bután.
También en 2011 Naciones Unidas aprobó la resolución “La felicidad: hacia un enfoque holístico del desarrollo” en la que, entre otras, invita a los Estados Miembros a que emprendan la elaboración de nuevas medidas que reflejen mejor la importancia de la búsqueda de la felicidad y el bienestar en el desarrollo con miras a que guíen sus políticas públicas. Por resolución de Naciones Unidas, en 2012 se aprobó el 20 de Marzo como el Día Internacional de la Felicidad. Desde dicho año se viene publicando el Informe Mundial de la Felicidad en el que se clasifican los países en relación a su nivel de satisfacción media con la vida y se analizan distintos aspectos y tendencias relacionadas con este aspecto.
En 2015 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Los ODS han sido desarrollados en 17 objetivos que contemplan aspectos relacionados con la sostenibilidad económica, social y ambiental. Los ODS son, sin duda, un esfuerzo para promover el bienestar de las sociedades especialmente el de aquellas con carencias materiales severas. No obstante, dentro de los ODS, no se consideran aspectos relevantes para la medición del bienestar y la felicidad, motivo por el cuál se ha propuesto el ODS 18, Sociedades Felices.
A partir del 2018, el Consejo Mundial de la Felicidad ha comenzado a publicar anualmente el Informe Mundial de Políticas de Felicidad y Bienestar en el que se recopilan y se analizan evidencias científicas sobre distintos aspectos de la felicidad. Destacan también las iniciativas de distintos países como Emiratos Árabes Unidos, Nueva Zelanda o Reino Unido así como de ciudades y municipios que han desarrollado programas explícitos para la mejora de la calidad de vida y felicidad.
El “Movimiento Internacional de la Felicidad” es todavía incipiente y aunque se ha avanzado mucho todavía queda mucho por aprender por lo que se invita a considerar un enfoque precavido a la hora de diseñar e implementar intervenciones. A la hora de poner en marcha las intervenciones, no existen recetas universales y es necesario tener en cuenta las realidades locales. Considerando el bienestar y la felicidad pueden diseñarse políticas y programas más pertinentes y eficaces que redunden en un mayor bienestar social.