Somos muchas las personas que nos hemos formulado esta pregunta, aunque todavía son escasas las respuestas. Hemos tenido la oportunidad de escuchar las propuestas que ofrece Stefano Bartolini, autor del libro “Manifiesto por la Felicidad. Transformando la sociedad del dinero a la del bienestar”. En este post resumimos sus propuestas basadas en las políticas para potenciar el capital social, que también podéis ver completas en el vídeo
Stefano achaca muchos de los males actuales a la pérdida de capital social ya que lo que nos importa en la vida son las relaciones sociales. Es cierto que el dinero es relevante, pero una vez que has superado cierto umbral de ingresos que te permita llegar a fin de mes, más dinero no te da sustancialmente más felicidad. Stefano estructura su propuesta de cambio a través de distintos sectores:
Las ciudades. La función primigenia de las ciudades era agregar a la gente pero las hemos convertido en lugares donde los coches han tenido la preferencia con lo que los espacios públicos para los encuentros entre las personas se han visto muy limitados. Estamos viviendo una oleada de soledad entre jóvenes y mayores y combatir esa soledad exige muchos recursos económicos. Para combatir nuestro descontento e insatisfacción hemos generado una amplia industria de la evasión y el ocio. Hemos hecho que la riqueza sea privada y la pobreza sea común. El reverdecimiento de las ciudades también es un aspecto importante, ya que los espacios verdes reducen los sentimientos negativos y promueven los positivos al tiempo que nos ayudan a recuperarnos del cansancio mental. Las ciudades felices son de alta densidad con barrios que tienen usos mixtos.
La escuela. El objetivo que se persigue en las escuelas es que las personas rindan y no que se diviertan, lo que dificulta el aprendizaje ya que los niños aprenden desde el juego. En las escuelas se enseña a competir y a obedecer, se prima la inteligencia cognitiva en vez de la emocional y lo que importa son los resultados en los exámenes. Las escuelas no han cambiado nada en un siglo. Hay ejemplos de escuelas en la que priman otros valores, como la Montessori donde se prioriza enseñar a cooperar y en los países del norte de Europa se han instaurado modelos educativos participativos, que mejoran el desarrollo de habilidades y los niveles de felicidad.
La gobernanza. Vivimos una crisis generalizada de desconfianza en los gobiernos. La democracia ya no toma decisiones que protegen a la mayoría sino que obedecen a grandes intereses económicos. La gente común no cuenta y esta democracia se ha convertido en la del 1 %, la de los poderosos. Si queremos que la democracia funcione alguna de las cosas que debemos hacer es limitar los gastos de los partidos y las campañas.
La salud. ¿Es la esperanza de vida sinónimo de salud? Los años que separan a la esperanza de vida de la esperanza de vida sana están llenos de enfermos crónicos. La soledad mata y para nuestra salud lo que importa es la calidad de nuestras relaciones y promover nuestra felicidad significa promover nuestra salud. El sistema sanitario es el lugar al que llegamos como consecuencia de los factores que causan la enfermedad, como la soledad por lo que debiéramos centrarnos en políticas que promoviesen las relaciones, especialmente para las personas de mayor edad, como palanca para mejorar el sistema sanitario.
Existen contextos en los que este mensaje puede resultar obvio y la gente al escuchar este mensaje proveniente de un profesor de universidad se siente autorizada para pensar de forma diferente. La pandemia originada por el Covid ha puesto en el centro la importancia de la acción colectiva y esto supone un cambio radical. Se está produciendo un cambio de mentalidad y la alternativa está empezando a aparecer. Humanizar el sistema está en nuestras manos.